domingo, 21 de julio de 2013

Fumar entre tumbas

Salí huyendo de la soledad acechante de una casa ajena, donde los fantasmas de otros estaban asfixiándome.
Encendí el auto, conduje sin rumbo. Es relajante conducir sin rumbo, pero lamentablemente esa sensación dura muy poco.
Me detuve en un OXXO y compré unos cigarros, de los que tienen un miligramo de nicotina por pieza, "para que amarraran bien" con mi tos de flemas asquerosas y amarillas. Para contrarrestar mi fiebre y mi falta de aire.
Con la mano temblorosa y contra el viento, accioné mil veces el encendedor y sentí el aroma relajante del papel y demás porquerías quemándose. Desde el primer humo exhalado sentí tranquilidad.
La soledad se tornó entonces digerible, casi disfrutable.

Desde el punto más alto de nuestra tierra  me asomé al panteón de San Lorenzo Tepaltitlán. Desde niña amé los panteones, quizás porque siempre estaban vacíos, como si por evitarlos la gente pudiera salvarse de morir.
A mí en cambio, siempre me han parecido lugares hermosos, divertidos y patéticos.
Me falta hacer muchas cosas en un panteón. Beber unos alcoholes, conversar con amigos sobre la tumba más nueva, tal vez coger con alguna desconocida después de fumar mariguana, en uno de los monumentos más lujosos. (aunque creo que no será en este panteón: se nos congelarían las nalgas).
En fin, entré al panteón por una de sus puertas principales, que para mi buena suerte se abrían de par en par.
El día agonizaba, pero había suficiente luz para leer todos los nombres de los que ya no están.
Sentí envidia.
Sin pedir permiso me senté en una de las esquinas de la tumba de Severino López y Dolores Gutiérrez (qué horror, hasta en la tumba renunciaron a su individualidad...) Encendí otro cigarro y me alegré de estar sola. Sin amigos que se burlaran si no logro exhalar de putazo todo el aire por la nariz, o si babeo mucho la boquilla.
Me dediqué a sentir el aire helado, a mirar los relieves de otras tumbas, a aspirar las flores vivas y las podridas, a mirarme en el agua putrefacta.

Y así, desde el panteón, no pude evitar recordarte.
Recordar tu recuerdo. Pensar tu no recuerdo.
Me burlé de mí misma, la mente es traicionera.

Me fumé un cigarro más y me largué adonde no hubiera testigos (vivos ni muertos) de mis estúpidos suspiros de amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario