lunes, 10 de febrero de 2014

Me miras con asombro detrás de tus cristales
algunas veces con ternura
otras -cuando no te alcanza- con amor o dudas.
Me dices que me he contagiado de algún tipo de locura
porque te digo con todas sus letras
lo que mi cuerpo y sus extensiones necesitan.
Te asusta mi lenguaje y sus libertades insospechadas.

Y sin embargo vienes inevitablemente a mí.

No logras resistirte, te dejas venir.
Intentas convencerte de que eres tú quien me toma,
quien puede poseerme.
Como si no supieras que quien te coge soy yo,
que no cojo solamente tu miembro henchido y cálido,
que cojo tu alma, tus sueños, tus miedos, tus deseos
y los hago míos,
los estallo en cada gemido que te destroza el tímpano de los deberías.



sábado, 24 de agosto de 2013

Carretera

La naturaleza se impuso a cada instante:
los relámpagos rasgaban los nubarrones,
las gotas nos humedecían hasta la conciencia
las esferas pequeñas de granizo nos lastimaban el cuerpo...

Tú me conducías por el camino resbaladizo mientras
me asía a tu espalda, confiada en tu espíritu libre
en tu rostro sin reveses
en tus instintos desnudos.

Tus besos me convirtieron en agua:
lentamente me evaporé
y me disipé en el horizonte del bosque tuyo.




domingo, 18 de agosto de 2013

DOLO
Tus cuarenta años,
tus cejas imponentes enmarcando esos ojos
y ese vigor tuyo, incansable:
no me son indiferentes.

De improviso te apareces en mi sueño y en mi deseo.

Sin embargo no voy a profanarte.

Mantendré este nuevo calor entre los muslos:
vivo
húmedo
tembloroso
contenido
perteneciéndome sólo a mí -y del todo-.

Te invitaré a bailar
-de vez en cuando-
para sentir tu cuerpo
y el despertar de su calidez.
Te rozaré las manos con mis yemas
para que tu piel se erice
para que crezca el deseo
y me veas penetrada por tu virilidad.

Al final de esas veladas,
me despediré sonriendo
y te miraré con mi verde transfictivo
sabiendo que si nunca me posees,
no podrás olvidarme.

domingo, 11 de agosto de 2013


Crónica de mi búsqueda de un poema

Para celebrar nuestra última noche juntos

salí instintivamente de mi ciudad

en busca de un poema.

Cargué gasolina: “tanque lleno” –a pesar del último gasolinazo-

y me dirigí al Centro Cultural Bella Época.

En el camino me llovió sobre mojado

y choqué contra la camioneta de un señor que padecía lumbalgia crónica

quien al ver que mi auto se dañó más que el suyo,

se conformó con lanzarme una mirada de desprecio y reprocharme el latigazo (eso es tener suerte).

 

Deberías verlo, es una belleza –el Bella Época-

los ojos de Rosario Castellanos, las paredes claras y abrasadoras,

los diseños del techo,

los estantes repletos

y para mi buena suerte, el espacio asignado al evento

entre los libros en francés y los libros de historia -¡qué ironía!-.

 

Me dispuse a esperar a la poeta.

 

Me abrumó la belleza del lugar:

el cactus gigante, la palma joven,

las voces de los miles de libros del recinto

y las notas sin oír de incontables archivos musicales.

 

Me quedé paralizada, esperando,

respirando y esperando.

 

 

Pensé en ti

no pude evitarlo

no pude decidirlo

no me arrepiento

no me avergüenzo.

 

Pensé en que me estorbarías en ese momento

pensé en la fortuna de tu ausencia

y en mi bendito egoísmo: sólo te extrañé porque quería contártelo.

 

Apareció repentinamente la modelo

su cuerpo era bello más que su rostro

profanado ya por mil trucos pro-belleza de catálogo.

Llevaba un vestido rosado, muy pálido, que ceñía su cuerpo suavemente,

permitiendo adivinar sus glúteos redondos, naturales, enmarcados por una prenda interior

transparente, que deleitaba la vista de propios y extraños.

 

Luego llegó ella, y yo sin saberlo.

Me ofreció una pelota antiestrés como premio a mi puntualidad

yo me atreví incluso, divertida, a pedirle que me cambiara el color;

me había asignado una naranja

y le pedí una azul rey.

Me sonrió.

Miré su rostro, su pelo lacio después de unas horas de salón,

sus tacones nuevos, su escote elegante y sensual.

No descubrí algo extraño que me pudiera

orientar, no supe que era ella.

 

Comenzó la presentación de Amarte descalza media hora después de lo previsto.

El recinto se llenó de palabras, fue una velada emotiva, femenina, seductora, desgarradora, atrevida, conmovedora hasta la risa y hasta el llanto.

Una mesa de cinco mujeres libres, hermosas –y un fotógrafo- replegó de golpe todas las letras de los libros en sus estantes y todas las notas musicales.

Compartimos las sonrisas, el llanto, los suspiros, los cupcakes  y el tinto de Bordeaux,

compartimos y nos bebimos el poder de esas hembras humanas tan seguras de su feminidad, de sus encantos y de sus inteligencias.

Me sentí instantáneamente libre de dolor

libre de culpas

libre de ti.

Encontré mi poema, ella lo eligió y lo leyó para mí:

“Tus palabras,

se deslizaron

entre mis pechos,

rodearon mi ombligo,

erosionaron los vellos

de mi pubis,

intentaron meterse

en mi vagina

y devastar el deseo

que habita en mis entrañas.

Dijiste:

Me voy:

la amo a ella.

ignoras que tus palabras

fueron la miel de mil flores,

cálida e iluminada,

derritió los barrotes

de mi jaula”.

Lo encontré, sonreí suspirando entre lágrimas

y salí a enfrentar la lluvia fría de La Condesa

a encontrarme con mi nuevo amante.

 

 

*Este texto se gestó durante la presentación del Libro “Amarte descalza” Poesía Erótica de Mónica Soto Icaza que se llevó a cabo el viernes 9 de agosto de 2013 en el Centro Cultural Bella Época de la ciudad de México, Distrito Federal, por lo que siento necesario agradecer desde aquí a Mónica e invitarles a encontrarse con sus letras, pueden encontrar mucho, como nosotras.

 

 

domingo, 21 de julio de 2013

Fumar entre tumbas

Salí huyendo de la soledad acechante de una casa ajena, donde los fantasmas de otros estaban asfixiándome.
Encendí el auto, conduje sin rumbo. Es relajante conducir sin rumbo, pero lamentablemente esa sensación dura muy poco.
Me detuve en un OXXO y compré unos cigarros, de los que tienen un miligramo de nicotina por pieza, "para que amarraran bien" con mi tos de flemas asquerosas y amarillas. Para contrarrestar mi fiebre y mi falta de aire.
Con la mano temblorosa y contra el viento, accioné mil veces el encendedor y sentí el aroma relajante del papel y demás porquerías quemándose. Desde el primer humo exhalado sentí tranquilidad.
La soledad se tornó entonces digerible, casi disfrutable.

Desde el punto más alto de nuestra tierra  me asomé al panteón de San Lorenzo Tepaltitlán. Desde niña amé los panteones, quizás porque siempre estaban vacíos, como si por evitarlos la gente pudiera salvarse de morir.
A mí en cambio, siempre me han parecido lugares hermosos, divertidos y patéticos.
Me falta hacer muchas cosas en un panteón. Beber unos alcoholes, conversar con amigos sobre la tumba más nueva, tal vez coger con alguna desconocida después de fumar mariguana, en uno de los monumentos más lujosos. (aunque creo que no será en este panteón: se nos congelarían las nalgas).
En fin, entré al panteón por una de sus puertas principales, que para mi buena suerte se abrían de par en par.
El día agonizaba, pero había suficiente luz para leer todos los nombres de los que ya no están.
Sentí envidia.
Sin pedir permiso me senté en una de las esquinas de la tumba de Severino López y Dolores Gutiérrez (qué horror, hasta en la tumba renunciaron a su individualidad...) Encendí otro cigarro y me alegré de estar sola. Sin amigos que se burlaran si no logro exhalar de putazo todo el aire por la nariz, o si babeo mucho la boquilla.
Me dediqué a sentir el aire helado, a mirar los relieves de otras tumbas, a aspirar las flores vivas y las podridas, a mirarme en el agua putrefacta.

Y así, desde el panteón, no pude evitar recordarte.
Recordar tu recuerdo. Pensar tu no recuerdo.
Me burlé de mí misma, la mente es traicionera.

Me fumé un cigarro más y me largué adonde no hubiera testigos (vivos ni muertos) de mis estúpidos suspiros de amor.
Desencuentro de ida y vuelta

Hablas pero evitas hablar de ti mismo.

Me preguntas cosas
pero no quieres escucharme;
mi sentir y mis ideas
hoy te hacen sentir amenazado
y exiges mi silencio para salvarte
de tus propios demonios.
Pides que continúen vetados
nuestros dilemas eternos,
crees que así
te salvarás de la incomodidad.

"Nadie enciende una vela
para mantenerla escondida"

Esta historia natural
me es familiar.
Yo también quiero ignorarla.

Y sin embargo se mueve.
Sin embargo te mueves,
me muevo,
nos movemos,
a kilómetros
de dolor, de dudas
de soledades.
A kilómetros nos dormimos
engañándonos cada noche.

No vuelvas.
No puedo esperarte
una luna más.

Respeto tu evasión.
Respeta mis límites.
Acepto mi derrota.
Me sobraron palabras,
te faltó empatía.
Adiós.

martes, 1 de febrero de 2011

Primer humo

Te abandonaste a mi como el hombre más hombre y el niño más niño.
Me recreé en ti.

Tu carne apaciguó mi voluntad y mi zozobra.

La sangre que se agolpaba en tus labios, en tus mejillas,
En tus manos y en tu sexo me volvió a la vida.
Sí.
A la vida real.
A lo mundano, a la plenitud de la verdad desnuda.

Tu sabor nunca se desgasta.
No termino de comerte, de aspirarte.
Te renueva cada ausencia y te sienta bien.

Voy a hacer un altar
Con tu cabello negro, un vello de tu pecho y una gota de sudor de tu ingle.

Les prenderé fuego con un gemido pleno y aspiraré el humo
Hasta que la combustión de todo tú –en nuestro encuentro- purgue mis pulmones
y mi carne toda.

Y me vuelva entonces a mi raíz y a mi tiempo de mujer salvaje, loca, plena y feliz por un instante.

Eres el primer humo que no me hace toser, que no me saca lágrimas.