domingo, 11 de agosto de 2013


Crónica de mi búsqueda de un poema

Para celebrar nuestra última noche juntos

salí instintivamente de mi ciudad

en busca de un poema.

Cargué gasolina: “tanque lleno” –a pesar del último gasolinazo-

y me dirigí al Centro Cultural Bella Época.

En el camino me llovió sobre mojado

y choqué contra la camioneta de un señor que padecía lumbalgia crónica

quien al ver que mi auto se dañó más que el suyo,

se conformó con lanzarme una mirada de desprecio y reprocharme el latigazo (eso es tener suerte).

 

Deberías verlo, es una belleza –el Bella Época-

los ojos de Rosario Castellanos, las paredes claras y abrasadoras,

los diseños del techo,

los estantes repletos

y para mi buena suerte, el espacio asignado al evento

entre los libros en francés y los libros de historia -¡qué ironía!-.

 

Me dispuse a esperar a la poeta.

 

Me abrumó la belleza del lugar:

el cactus gigante, la palma joven,

las voces de los miles de libros del recinto

y las notas sin oír de incontables archivos musicales.

 

Me quedé paralizada, esperando,

respirando y esperando.

 

 

Pensé en ti

no pude evitarlo

no pude decidirlo

no me arrepiento

no me avergüenzo.

 

Pensé en que me estorbarías en ese momento

pensé en la fortuna de tu ausencia

y en mi bendito egoísmo: sólo te extrañé porque quería contártelo.

 

Apareció repentinamente la modelo

su cuerpo era bello más que su rostro

profanado ya por mil trucos pro-belleza de catálogo.

Llevaba un vestido rosado, muy pálido, que ceñía su cuerpo suavemente,

permitiendo adivinar sus glúteos redondos, naturales, enmarcados por una prenda interior

transparente, que deleitaba la vista de propios y extraños.

 

Luego llegó ella, y yo sin saberlo.

Me ofreció una pelota antiestrés como premio a mi puntualidad

yo me atreví incluso, divertida, a pedirle que me cambiara el color;

me había asignado una naranja

y le pedí una azul rey.

Me sonrió.

Miré su rostro, su pelo lacio después de unas horas de salón,

sus tacones nuevos, su escote elegante y sensual.

No descubrí algo extraño que me pudiera

orientar, no supe que era ella.

 

Comenzó la presentación de Amarte descalza media hora después de lo previsto.

El recinto se llenó de palabras, fue una velada emotiva, femenina, seductora, desgarradora, atrevida, conmovedora hasta la risa y hasta el llanto.

Una mesa de cinco mujeres libres, hermosas –y un fotógrafo- replegó de golpe todas las letras de los libros en sus estantes y todas las notas musicales.

Compartimos las sonrisas, el llanto, los suspiros, los cupcakes  y el tinto de Bordeaux,

compartimos y nos bebimos el poder de esas hembras humanas tan seguras de su feminidad, de sus encantos y de sus inteligencias.

Me sentí instantáneamente libre de dolor

libre de culpas

libre de ti.

Encontré mi poema, ella lo eligió y lo leyó para mí:

“Tus palabras,

se deslizaron

entre mis pechos,

rodearon mi ombligo,

erosionaron los vellos

de mi pubis,

intentaron meterse

en mi vagina

y devastar el deseo

que habita en mis entrañas.

Dijiste:

Me voy:

la amo a ella.

ignoras que tus palabras

fueron la miel de mil flores,

cálida e iluminada,

derritió los barrotes

de mi jaula”.

Lo encontré, sonreí suspirando entre lágrimas

y salí a enfrentar la lluvia fría de La Condesa

a encontrarme con mi nuevo amante.

 

 

*Este texto se gestó durante la presentación del Libro “Amarte descalza” Poesía Erótica de Mónica Soto Icaza que se llevó a cabo el viernes 9 de agosto de 2013 en el Centro Cultural Bella Época de la ciudad de México, Distrito Federal, por lo que siento necesario agradecer desde aquí a Mónica e invitarles a encontrarse con sus letras, pueden encontrar mucho, como nosotras.

 

 

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