Crónica de mi búsqueda de un poema
Para celebrar nuestra última
noche juntos
salí instintivamente de mi ciudad
en busca de un poema.
Cargué gasolina: “tanque lleno”
–a pesar del último gasolinazo-
y me dirigí al Centro Cultural
Bella Época.
En el camino me llovió sobre
mojado
y choqué contra la camioneta de
un señor que padecía lumbalgia crónica
quien al ver que mi auto se dañó
más que el suyo,
se conformó con lanzarme una
mirada de desprecio y reprocharme el latigazo (eso es tener suerte).
Deberías verlo, es una belleza
–el Bella Época-
los ojos de Rosario Castellanos,
las paredes claras y abrasadoras,
los diseños del techo,
los estantes repletos
y para mi buena suerte, el
espacio asignado al evento
entre los libros en francés y los
libros de historia -¡qué ironía!-.
Me dispuse a esperar a la poeta.
Me abrumó la belleza del lugar:
el cactus gigante, la palma
joven,
las voces de los miles de libros
del recinto
y las notas sin oír de
incontables archivos musicales.
Me quedé paralizada, esperando,
respirando y esperando.
Pensé en ti
no pude evitarlo
no pude decidirlo
no me arrepiento
no me avergüenzo.
Pensé en que me estorbarías en
ese momento
pensé en la fortuna de tu
ausencia
y en mi bendito egoísmo: sólo te
extrañé porque quería contártelo.
Apareció repentinamente la modelo
su cuerpo era bello más que su
rostro
profanado ya por mil trucos
pro-belleza de catálogo.
Llevaba un vestido rosado, muy
pálido, que ceñía su cuerpo suavemente,
permitiendo adivinar sus glúteos
redondos, naturales, enmarcados por una prenda interior
transparente, que deleitaba la
vista de propios y extraños.
Luego llegó ella, y yo sin
saberlo.
Me ofreció una pelota antiestrés
como premio a mi puntualidad
yo me atreví incluso, divertida,
a pedirle que me cambiara el color;
me había asignado una naranja
y le pedí una azul rey.
Me sonrió.
Miré su rostro, su pelo lacio
después de unas horas de salón,
sus tacones nuevos, su escote
elegante y sensual.
No descubrí algo extraño que me
pudiera
orientar, no supe que era ella.
Comenzó la presentación de Amarte descalza media hora después de lo
previsto.
El recinto se llenó de palabras,
fue una velada emotiva, femenina, seductora, desgarradora, atrevida,
conmovedora hasta la risa y hasta el llanto.
Una mesa de cinco mujeres libres,
hermosas –y un fotógrafo- replegó de golpe todas las letras de los libros en
sus estantes y todas las notas musicales.
Compartimos las sonrisas, el
llanto, los suspiros, los cupcakes y el
tinto de Bordeaux,
compartimos y nos bebimos el
poder de esas hembras humanas tan seguras de su feminidad, de sus encantos y de
sus inteligencias.
Me sentí instantáneamente libre
de dolor
libre de culpas
libre de ti.
Encontré mi poema, ella lo eligió
y lo leyó para mí:
“Tus palabras,
se deslizaron
entre mis pechos,
rodearon mi ombligo,
erosionaron los vellos
de mi pubis,
intentaron meterse
en mi vagina
y devastar el deseo
que habita en mis entrañas.
Dijiste:
Me voy:
la amo a ella.
ignoras que tus palabras
fueron la miel de mil flores,
cálida e iluminada,
derritió los barrotes
de mi jaula”.
Lo encontré, sonreí suspirando
entre lágrimas
y salí a enfrentar la lluvia fría
de La Condesa
a encontrarme con mi nuevo
amante.
*Este texto se
gestó durante la presentación del Libro “Amarte descalza” Poesía Erótica de
Mónica Soto Icaza que se llevó a cabo el viernes 9 de agosto de 2013 en el
Centro Cultural Bella Época de la ciudad de México, Distrito Federal, por lo
que siento necesario agradecer desde aquí a Mónica e invitarles a encontrarse
con sus letras, pueden encontrar mucho, como nosotras.
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