DOLO
Tus cuarenta años,
tus cejas imponentes enmarcando esos ojos
y ese vigor tuyo, incansable:
no me son indiferentes.
De improviso te apareces en mi sueño y en mi deseo.
Sin embargo no voy a profanarte.
Mantendré este nuevo calor entre los muslos:
vivo
húmedo
tembloroso
contenido
perteneciéndome sólo a mí -y del todo-.
Te invitaré a bailar
-de vez en cuando-
para sentir tu cuerpo
y el despertar de su calidez.
Te rozaré las manos con mis yemas
para que tu piel se erice
para que crezca el deseo
y me veas penetrada por tu virilidad.
Al final de esas veladas,
me despediré sonriendo
y te miraré con mi verde transfictivo
sabiendo que si nunca me posees,
no podrás olvidarme.
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